Andrea 15 años - 23.06.2002

28.03.2022 20:25

Hoy es un día especial. Un día poco común, de sentimientos encontrados y recuerdos imborrables. Especial porque hace exactamente 15 años, la alegría llenaba mi corazón por tu nacimiento, el nacimiento de mi tercer hija, mi tercer princesa.

La vida quiso que no todo fuera como uno siempre sueña, y cuando menos lo esperaba, golpeó fuerte ese mundo de felicidad que anidaba en mi corazón, empañándolo para siempre.    

Al principio no pude o no quise darme cuenta de la magnitud de lo que esto significaba, pero con el pasar del tiempo, aprendí a vivir con las limitaciones que Dios te había dado y a valorar un montón de virtudes que durante muchos años me supiste regalar, aún sin darte cuenta. 

La frescura de tu sonrisa, la inocencia de tu mirada y la suavidad de tu pelo enrulado fueron los traductores oficiales de lo que, lamentablemente tu voz no podía decir.

Las insólitas ocurrencias de tus temerarias travesuras, puso muchas veces a prueba la fortaleza de mi corazón. Haciendo increíbles piruetas o escalando algún mueble, lograste cambiar la angustia de cada situación, por una simple sonrisa que se contagiaba de la tuya.

Desde muy corta edad demostraste tu predilección por el agua. La inmensa alegría que irradiaba tu carita al entrar en contacto con ella, es el recuerdo mas hermoso que tengo guardado en mi memoria.

La expresión de tu rostro al escuchar música, es una de las imágenes predilectas que atesoro en un lugar muy especial de mi corazón.

La ternura de tu mirada, forjó maravillosos momentos que significaron mucho para mi, porque era tu manera de decir las cosas y sólo podía interpretarlo quien te amaba de verdad.   

Alguna vez pensé: “Si pudiera volver el tiempo atrás y tuviera la mágica oportunidad de cambiar el destino, me gustaría darte a Andreita la oportunidad de no ser distinta...”; pero por otra parte, y aunque suene contradictorio, no te hubiese cambiado por nada del mundo. Porque dentro mío, en mi corazón, se que a tu manera fuiste feliz y que siendo como Dios quiso que fueras, llenaste de felicidad mi vida e hiciste feliz a todos los que te rodearon.

No me arrepiento de nada con respecto a ti, pero si creo que mantengo una gran deuda contigo. La pena que siento por no haber pasado mas tiempo a tu lado, es una herida que desgarra mi alma desde el momento mismo en que te fuiste, y que va a acompañarme el resto de mis días.

No quiero que suena a justificación, pero quien me conoce sabe que jamás pude ver sufrir a un ser querido y menos a un hijo, por eso muchas veces preferí perderme un momento a tu lado, para dejar que tú, en tu propio mundo, fueras feliz a tu manera.      

Lamentablemente me doy cuenta cuanto lo necesitaba ahora que no te tengo, por eso no me quejo, sólo quería que lo supieras y que desde ese último día en que estuvimos solos y me despedí con un beso de mi pequeña princesa, asumí la responsabilidad de vivir con tu recuerdo y tenerte presente en cada momento de mi vida.  

Pido perdón a Dios si en algún momento te fallé o no fui el padre que necesitabas, pero bien sabe el propio Dios lo mucho que te quiero y lo mucho que te extraño.

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