CONTAGIO

08.08.2019 20:09

 

A la mañana muy temprano, un sonido extraño empezó a retumbar en mis oídos. Mi profunda inconsciencia se vio bruscamente interrumpida por aquel ruido que poco a poco se fue volviendo familiar; el teléfono no dejaba de sonar sobre mi mesa de noche.
El insoportable timbre parecía taladrar mi cerebro, que aún mantenía intacta las consecuencias que en él había dejado el alcohol ingerido la noche anterior.
Con un movimiento torpe, mi brazo trató de alcanzar el aparato y terminar así con aquella tortura; luego de varios intentos fallidos que mandaron al piso la billetera, los lentes y el vaso vacío, principal sospechoso de aquella impresionante resaca que me estaba castigando sin piedad; logre hacerme con el tubo y balbucear algo.
Era mi amigo Julio, que de inmediato me recriminó - Luis, otra vez borracho?...
Julio era mas que un amigo, era un hermano y se preocupaba mucho por mi; no era para menos, en los últimos meses mi adicción a la bebida se había incrementado notoriamente; el motivo, una mujer llamada Daniela. Ella era con la que había convivido por casi dos años; con la que tenía planes para el futuro; a la que amaba con toda mi alma.
Dos meses antes...
Una mañana mientras desayunábamos, Daniela me dijo que estaba embarazada; pensé que sería el día mas feliz de mi vida; pero esa alegría duró pocos minutos, porque mientras yo la abrazaba y le decía cuanto la amaba, ella me informaba que no iba a dejar que nuestro hijo naciera.
Tenía la decisión tomada y mi opinión, que ni siquiera fue pedida, no la tomó en cuenta ni fue escuchada. Daniela argumentaba no estar preparada para tener un hijo, que no era el momento, que un embarazo ahora complicaría el futuro de su carrera. Así de sencillo y cruel fue el final de mi tan ansiada paternidad.
Me mostró un trozo de papel con un nombre y un teléfono - ¿Quién es? - Le pregunté, la letra en el papel no era de Daniela, pero me resultaba familiar.
- Me lo dio un amigo... - Era el nombre de quien le haría el aborto; un hombre que odié sin conocer. Hizo la llamada y se fue a solucionar el “problema”; me preguntó si la acompañaba y contesté que no; estaba mal así que opté por quedarme en casa.
Esa tarde, una llamada telefónica a la oficina, me avisó de su internación. La habían trasladado al Sanatorio con una importante hemorragia ginecológica, luego de haber hecho una carnicería en su aparato reproductor.
Al llegar a la puerta de Emergencias de la clínica, la noticia no se hizo esperar; el médico de guardia me dijo - Lo siento, hicimos todo lo posible... - En ese mismo momento, mi vida perdió todo sentido.
Una lágrima se deslizó lentamente desde el ojo hasta la boca, era el preámbulo de un caudal de llanto que jamás llegó a ser tal. Sequé aquella solitaria lágrima que se había alojado en mis labios, e intenté entrar a verla; quizás no podía o no quería creer lo que aquel extraño vestido de blanco me decía. Intentó detenerme pero no pudo; irrumpí en la sala y vi el asombro reflejado en el rostro de una enfermera que permanecía a un lado del cuerpo de Daniela; parecía dormida y como el príncipe valientes de los cuentos de hadas, intenté despertarla con un beso, pero la fantasía de aquel momento se transformó en realidad, al sentir la muerte en sus labios.
Desde ese día, el alcohol fue mi compañero y Julio mi único amigo.
 
Pasaron los dos meses...
 
Esa mañana, la prensa de Montevideo daba a conocer un hecho que sin duda era la noticia mas importante del día: un niño de seis meses habría sido infectado con el virus del SIDA, durante su internación en un importante centro asistencial del Estado.
Todos los reporteros estaban detrás de las declaraciones del titular del Ministerio de Salud Pública, para confirmar o desmentir el hecho. Además de ser mi amigo, Julio era Jefe de Redacción de “Mundo Color”, un importante matutino de Montevideo, y yo uno de sus reporteros.
En algún momento llegué a ser de los mejores, pero ahora sabía que si aún tenía aquel trabajo, era gracias a Julio - Loco salí de esa cama y andá ya para el Ministerio de Salud Pública; te llamo en diez minutos al celular y te explico todo...
Debido a mi poca lucidez, no entendía lo que me decía y sólo me limité a decirle - No jodas Julito, estoy muerto..., que vaya Roberto...
- Roberto está en el Este, además el viejo dijo que trabajes o te eche - El “viejo” era como llamábamos al Director y dueño del periódico.
Aunque no me importaba el trabajo, sabía que Julio era el único que aún confiaba en mi talento y se jugaba el puesto por defenderme, así que no podía fallarle.
Como pude me incorporé y me vestí; quise tomar un café amargo que me ayudara a recuperar, pero no pasé del primer trago; las náuseas hicieron que el estómago intentara salir por mi boca, así que deseché la idea.
Ya en el auto camino al Ministerio, Julio me pasaba por celular los detalles del acontecimiento. Según trascendió extra oficialmente a última hora del día anterior, el contagio se habría producido hacía aproximadamente cuatro meses, cuando el pequeño fuera intervenido del corazón por una afección congénita.
Durante las semanas siguientes a la operación, el niño continuó con síntomas que en un principio, hicieron pensar en una infección post operatoria. Luego de ser tratado con antibióticos y al no ceder el cuadro como era esperado, se le practicaron una serie de análisis clínicos que finalmente dieron como resultado, la confirmación de que era VIH positivo. De inmediato los padres del pequeño presentaron la denuncia correspondiente ante la justicia; ese mismo día divulgaron la noticia a la prensa.
Cuando llegué al Ministerio de Salud Pública, vi a varios colegas de otros medios entrar presurosos al edificio y me sumé a ellos. Llegamos a la sala de prensa donde la conferencia del Ministro estaba por dar comienzo y sumé mi pequeño grabador los micrófonos, celulares y otros grabadores que estaban sobre la mesa desde donde hablaría el Ministro y me acomodé en una silla a la espera del comienzo.
Pocos minutos después, el secretario nos informaba que el Sr. Ministro no respondería preguntas, sólo se limitaría a hacer una declaración a los medios.
Efectivamente el Ministro confirmó la noticia del contagio y anunció que de inmediato se abriría una investigación administrativa sobre el lamentable hecho, adelantando que sería muy difícil establecer la vía exacta de contagio, debido a que habían pasado varios meses desde que éste habría ocurrido.
Esa noche en casa, tomaba un trago y miraba televisión. El noticiero pasó un informe sobre el niño protagonista de la noticia que había cubierto esa mañana; mostraron a los padres saliendo del juzgado, acompañados por un abogado que parecía sacado de una novela de suspenso. Al mirar los ojos de la madre, una extraña sensación recorrió todo mi cuerpo; a pesar de que mi lucidez no pasaba por su mejor momento, me llamó la atención la aparente indiferencia con que tomaban el tema. ¿Cómo una madre podía ser indiferente ante semejante injusticia cometida a su hijo?.
En mi interior sentía la impotencia que no encontraba en ellos y quise comprender el porqué; quizás sensibilizado por mi reciente pérdida, sentí la necesidad de encontrar una respuesta, una explicación.
Ante las preguntas que planteaban los diferentes colegas, los padres no dijeron una sola palabra, simplemente se limitaban a respaldar los dichos de su abogado. Las declaraciones de este personaje, aseguraban la culpabilidad y responsabilidad del Estado Uruguayo por el hecho y anunciaba una demanda millonaria en su contra, pero yo me preguntaba: ¿Y el niño?
De pronto suena el timbre; era mi amigo Julio. Me acompañó con un par de tragos, mientras le comentaba mi sensación sobre el caso del niño infectado.
Le dije que quería su apoyo para seguir investigando - Está bien, pero quiero estar al tanto de la información que consigas... - Antes de irse, saca su libretita, esa que según él, siempre debe tener un buen periodista; anota algo y arranca la hoja - Este es mi nuevo número de celular...
Durante las siguientes semanas, me aferré a una investigación que ocupó prácticamente todo mi tiempo libre y desplazó casi por completo mi adicción al alcohol, hasta volverme a una normalidad que ya sentía inalcanzable.
El niño se llamaba Nahuel; luego de indagar a sus padres, pude averiguar que era una pareja que llevaba una vida muy ordenada y metódica; tenían buenos empleos, lo que los había posicionado en una cómoda situación económica.
Vivían en un amplio departamento en una zona residencial, tenían un auto importado último modelo y una camioneta familiar; todos los años salían de vacaciones al exterior, principalmente a Estados Unidos y Europa.
Cuando hace cerca de dos años, se descubrió la estafa del grupo empresarial Lozano, que llevó al cierre del Banco Mercantil de Comercio dejando a cientos de empleados en la calle y a miles de ahorristas sin un peso. A partir de ese momento, la situación de la familia de Nahuel cambió estrepitosamente, ya que la madre era empleada del Banco y los ahorros de la familia estaban depositados en él.
Ese año no salieron de vacaciones y tuvieron que vender el auto importado para poder pagar algunas deudas. Cuando estaban a punto de perder el departamento, misteriosamente pagaron la importante deuda que mantenían con otro Banco, por la hipoteca del inmueble.
El padre era un programador que fue despedido de la Empresa donde trabajaba, luego de que se descubrió que valiosa información confidencial, fue a parar de forma inexplicable a la competencia. Nunca se pudo comprobar si estuvo involucrado directamente en la fuga de información, pero de todas formas, ese hecho le costó su puesto. Lo extraño era que el padre de Nahuel fue despedido un mes después de que se pagó la deuda hipotecaria.
A pesar de que él hacía trabajos particulares y ella había encontrado un empleo como secretaria, su situación económica seguía muy complicada. En ese momento tan especial, pensar en un hijo no parecía una decisión muy conveniente para una pareja tan planificada, sin embargo la mujer queda embarazada.
Cuando el Ministerio de Salud Pública terminó la investigación administrativa, la noticia ocupó los principales encabezados de todos los medios de comunicación; las conclusiones las dio a conocer el propio Ministro en una conferencia de prensa que por supuesto, fui a cubrir esperando saber algo mas sobre el caso.
La información que contenía el escueto comunicado que nos entregaron a los medios de prensa, decía que debido al tiempo transcurrido desde el hecho, no se había podido comprobar con certeza la vía de contagio por la que el niño se habría infectado con el virus del SIDA; de todas formas, quedaba en claro que el contagio había sido durante la internación en el centro Estatal dependiente del Ministerio de Salud Pública, por lo que éste era directamente responsable del hecho. En otras palabras, esto significaba que la demanda que llevaban adelante los padres de Nahuel, estaba prácticamente ganada.
Como no tenía forma de acceder al expediente original sobre la investigación que había hecho el Ministerio, decidí mover alguno de mis contactos y por medio del amigo de un amigo que me debía un favor, conseguí tener un fugaz acceso a la carpeta.
En la investigación se había descubierto que durante la internación de Nahuel, por un inexplicable error involuntario, el pequeño había compartido la habitación con un jovencito de 12 años proveniente del Instituto Nacional del Menor (INAME), que por su adicción a las drogas, era portador del virus del SIDA.
Los investigadores concluyeron en su informe, que el contagio se habría producido por una mala manipulación del material descartable y no por la transfusión hecha durante la intervención.
El Ministro elevaba el informe a la Presidencia de la República, sugiriendo llegar a un arreglo económico extra judicial con la familia del niño; esto evitaría una crisis que podría afectar la imagen política del Ministro y del propio Gobierno. Siendo un año electoral, con la oposición al frente de las encuestas y la popularidad del partido de gobierno en su peor momento; este hecho podría definir una derrota contundente en las próximas elecciones.
Esa noche no podía dormir pensando en la serie de errores que habían provocado el contagio del niño. Por un lado, ¿cómo se había asignado la cama a un bebe de meses, en la misma habitación de un jovencito de 12 años?...; además este joven era portador de una enfermedad contagiosa, ¿por qué motivo no se lo mantenía aislado?...; por otro lado ¿cómo se produce el contagio?, si existen estrictos protocolos que se siguen para manipular materiales utilizados en pacientes infecto contagiosos; eran preguntas sin respuestas que daban vuelta en mi cabeza.
Había sacado varios apuntes del expediente, un dato era el nombre del otro niño involucrado. Luego de varias averiguaciones, logré dar con su paradero; curiosamente el chico había sido trasladado a un hospital del interior del país, esa misma mañana.
Al otro día temprano, fui hasta el hospital de la ciudad de Minas, donde había sido trasladado el joven; cuando pregunté por él, me informaron que había muerto debido a un paro cardio respiratorio, hacía una hora. Cuando me retiraba sorprendido por la noticia, al ascensor sube un enfermero alto y robusto; en la identificación que llevaba figuraba su nombre: Ariel Chiarino. El nombre me sonaba, pero era evidente que al hombre no lo conocía.
Volví a Montevideo con las manos vacías, pero el nombre del enfermero seguía dando vueltas en mi mente; sabía que lo había visto en otro lugar.
Esa noche mientras dormía, la imagen de Daniela en mi sueño me dio la respuesta; aquel nombre era el mismo que me había mostrado en el papel arrugado, la mañana del día que murió. Ese enfermero era el mismo que había matado a Daniela, o por lo menos estaba involucrado; pero ¿qué relación había con el caso de Nahuel?..., ¿casualidad?...
Las casualidades no iban conmigo, así que fui al hospital donde se infectó Nahuel a preguntar por el enfermero Ariel Chiarino; para mi sorpresa, este hombre trabajaba en la Unidad Pediátrica, lugar donde se produjo el contagio de Nahuel. Pero ¿cómo podía ser, si yo lo había visto el día anterior trabajando en el Hospital de Minas?...
Todo estaba relacionado, pero nada me cerraba; decidí seguir al enfermero y ver que descubría. Esa noche esperé a que terminara el turno y lo seguí hasta una casa en la zona de Malvín, sobre el costado de la puerta había una chapa, me acerqué y decía: Dr. Ricardo Brandsen - Médico.
Esperé pacientemente en el auto y al poco rato, estacionó un auto y bajó una pareja joven que entró a la casa; la espera fue larga y aburrida, pero luego de varias horas, pude ver salir a la pareja, la joven mujer era ayudada por el hombre que había llegado con ella y por el enfermero Ariel Chiarino; mi conclusión: había descubierto una clínica clandestina, donde se practicaban abortos. Pero esto ¿qué tenía que ver con Nahuel?.
Cuando me acomodaba para regresar a casa, veo una camioneta que para frente a la casa; otra pareja baja, esta vez acompañada por una tercera persona; ya estaba oscureciendo y la visibilidad era poca; arranqué el auto y pasé despacio cerca de las tres personas pero sólo pude ver a la pareja, el otro hombre entró a la casa antes de que pudiera ver su rostro. De todas formas con lo que vi me alcanzó, aquella pareja eran los padres de Nahuel.
Al llegar a mi casa me serví un trago y revisé en mi mente, una y otra vez, lo que había descubierto hasta el momento; empecé a atar cabos y sumar coincidencias y logré tener una idea de lo que había pasado en el caso de Nahuel; pero todo era tan descabellado que hasta a mí me costaba creerlo.
Decidí llamar a Julio y pedirle que viniera, necesitaba un consejo y mi amigo era la persona indicada para dármelo. Media Hora después, Julio estaba tocando el timbre de mi apartamento. Le serví un trago y empecé a explicarle lo que había descubierto y mi teoría sobre el contagio de Nahuel.
Le pedí que se imaginara a esta pareja ambiciosa, con una vida cómoda y tranquila, que de un día para el otro pierden todo y quedan prácticamente en la calle. Cierra el Banco donde ella trabajaba y no sólo pierde un buen empleo, pierde los ahorros de toda la vida. Tienen que vender casi todo para pagar las deudas y por salvar el departamento, él vende información de la Empresa donde trabaja y se quedan sin la única buena entrada de dinero que les quedaba.
Ante la atenta mirada de Julio, sigo exponiendo mi idea de cómo sucedieron las cosas - Ahora bien, ¿por qué en ese difícil momento, deciden tener ese hijo que nunca antes quisieron tener?
A lo que Julio me responde - Que se yo, hay tanta gente que trae hijos al mundo sin tener nada que ofrecerles...
Intento explicarle a Julio que este no era el caso; esta gente nunca había hecho nada impulsivo, cada paso que dieron en su vida fue detenidamente estudiado y realizado para obtener algún tipo de beneficio para ellos; y para mí, lamentablemente este embarazo también lo iba a ser.
- ¿A qué te referís?... - Me preguntó Julio intrigado y algo impaciente.
Continúo con mi relato - Pensá Julio, ellos nunca quisieron hijos, la mujer conocía a un médico delincuente que le debe haber hecho mas de un aborto; el enfermero que ayuda a ese médico trabaja en la Unidad Pediátrica de un Hospital del Estado; planearon el negocio de sus vidas...
Julio parecía no entenderme, por lo menos no por ahora; mientras tanto, yo sigo adelante con mi explicación - La mujer queda embarazada, tiene al hijo, el médico trucho le descubre una enfermedad congénita que debe ser operada de urgencia..., donde lo internan?...
- No se... - Dice Julio, Se levanta nervioso, se sirve otro trago y vuelve a sentarse.
Mientras tanto, continúo - En la Unidad Pediátrica. El enfermero sabe que hay un niño con SIDA y para él, no es muy difícil lograr que Nahuel entre en contacto con material infectado…
- Es una locura… - Dice Julio
Sin importarme los comentarios de mi amigo, continúo mi explicación - Después el médico indica el traslado del niño al Hospital de Minas; el enfermero le inyecta algo para que su muerte parezca natural y no queda ningún cabo suelto...
- Estás loco, lo que estás diciendo no tiene sentido... - Insiste Julio molesto.
Si bien le doy la razón porque creo que realmente parece una locura, de todas formas le digo estar convencido de que todo fue planeado paso a paso por los padres; ellos con la colaboración del médico y el enfermero, infectaron a su propio hijo para hacerle una demanda millonaria al Estado. Después buscaron a un abogado de pocas luces, porque sabían que el juicio estaba ganado antes de empezar a escribir la demanda.
- ¿Qué pruebas tenés?... - Me preguntó.
- Ninguna... - Le contesté.
Al otro día, cuan me dirigía a la redacción del diario, la policía interceptó mi auto en la calle, según de me dijeron, por una denuncia anónima. Revisaron todo minuciosamente y para mi asombro, encontraron droga bajo el asiento. Después allanaron mi casa y encontraron mas droga que por supuesto, tampoco era mía.
No entendía que estaba pasando, quién se había tomado el trabajo de “plantar” pruebas en mi auto y en mi departamento para inculparme.
Me metieron en una celda donde esperé pacientemente hasta que me dejaran hacer mi llamado telefónico; tenía decidido llamar a mi amigo Julio, él sabría qué hacer.
Busqué en la billetera el papel que me había dado con su celular; ahí estaba su nombre y número; de pronto una imagen vino a mi mente, la de Daniela mostrándome el papel con el nombre del enfermero y que según ella, se lo había dado un amigo; el papel y la letra eran iguales, entonces me di cuenta de que ese amigo era Julio.
El tercer hombre que estaba con los padres de Nahuel, la tarde que los vi entrar a la clínica, era Julio; él los puso en contacto con la clínica como lo hizo con Daniela, a través del enfermero.
Todo empezaba a cerrarme, a la única persona que le había contado mi teoría sobre el caso fue a él; me dio el caso pensando que un pobre borracho como yo jamás descubriría ese siniestro plan. Pero ¿por qué estaba Julio involucrado?.
Por el momento mi situación con la justicia era muy complicada, así que decidí seguir con el juego de Julio; lo llamé y le pedí que viniera. Al poco rato estaba en jefatura, nos dejaron hablar en una pequeña habitación especial para esos casos - ¿Qué pasó Luis, qué hiciste?...
- No finjas mas hijo de puta, ya se todo...
- No te entiendo amigo... - Me dijo haciéndose el asombrado
Me levanté y lo tomé de la solapa del traje - No me llames amigo, sabés bien a que me refiero - Lo empujé hacia la silla - Pero hay algo en todo esto que no puedo entender, por qué te metiste en todo esto?...
Se levantó, arregló su traje y recorrió la habitación; revisó la mesa y las sillas, después me hizo parar y revisó mi cuerpo. Se volvió a sentar - Ahora que estoy seguro que nadie nos escucha, te voy a decir por qué lo hice, POR PLATA, MUCHA PLATA... - Fue lo último que hablé con Julio.
Hace casi tres años que estoy preso en la Cárcel Central; alguno de mis compañeros son: los tres hermanos Lozano, detenidos por estafa; el doctor Ricardo Brandsen, por homicidio en una maniobra abortiva y el enfermero Ariel Chiarino; por co autoría de homicidio; ambos condenados por la muerte de Daniela; otra llamada anónima delató el lugar donde tenían la clínica y los dejó fuera del reparto de los dos millones de dólares que cobraron los padres de Nahuel al Gobierno Uruguayo, antes de desaparecer de forma misteriosa. Su hijo quedó bajo la tutela del INAME, y hace poco tiempo me enteré por la televisión, que había fallecido en la misma Unidad Pediátrica donde fue contagiado de SIDA.
 
FIN