Cuando somos uno
Mi boca te besa hasta el alma; pretenciosa e intensa, trata de provocar esa pasión incontrolable que sin piedad ni respiro, siempre nos deja sin aliento.
Mi lengua te recorre y se introduce en cada una de tus guaridas de placer; y bebo con descarada ansiedad, el sabroso néctar de tu sexo.
Mis manos dejan marcas en tu figura, como si quisieran tatuar sus ganas en tu piel, sintiendo la humedad que te desborda, en la punta de mis dedos.
Al sentir tus gemidos, mis oídos se exaltan de goce, porque ese sonido que escapa de tu garganta, es la prueba inequívoca de que estoy estimulando el punto correcto.
Siento mojarme al penetrarte, y el deseo se apodera de nosotros; como dos seres casi primitivos, nos entregamos de forma instintiva y desenfrenada, a darnos placer.
El clímax es nuestro único destino, al que llegamos juntos, como si un pacto diabólico nos empujara al límite de los sentidos, para regalarnos el fluido de nuestra pasión.
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