PIJAMA PARTY
Aquel día del mes de Agosto, estaba nublado y muy frío en la Ciudad de Montevideo; el reloj marcaba casi las doce del mediodía, Fernando caminaba presuroso empujando el cochecito en el que llevaba a Matías, su pequeño hijo de cuatro meses. Apenas seis cuadras separaban su domicilio del jardín de infantes al que asistía Sofía, su otra hija de 5 años.
Como ya era costumbre, salió tarde para recogerla. Fernando apuraba el paso, el carrito con Matías se sacudía al recorrer las deterioradas veredas de la Avenida Rivera. Al cruzarse con cada niño de túnica o delantal, se daba cuenta lo atrasado que estaba; sabía que cuanto mas niños veía, mas tarde se le había hecho.
En pocos minutos llega a la escuela y va directo a la clase de su hija. La maestra al verlo, la llama y la despide con un beso en la frente - Hasta mañana Sofi...
Sofía saluda a su hermanito y mientras le pone la cara al padre para que éste la reciba con un beso, mira de reojo a los pocos compañeros que aún quedan dentro del salón. Ese era el momento ideal, el que la pequeña estaba esperando; entonces, con ojitos inocentes y voz dulce le pregunta a su padre si Luciana podía ir a jugar un rato a su casa.
A pesar de que las chicas ya tenían todo arreglado, siempre existía la posibilidad de que aquel arreglo quedara sin efecto por alguna tonta excusa de sus padres.
Sin llegar a un acuerdo en ese mismo momento, pero con la promesa de que lo hablaría con su madre, Fernando sale de la incómoda situación en que lo puso Sofía y se van.
Antes de alejarse, Sofía le grita a Luciana - Cuando venga mi madre le digo que llame a la tuya… - Fernando sonrió a la maestra, ya estaba acostumbrado a que Sofía lo ignorara.
Durante el regreso, la charla entre padre e hija, como siempre toca diferentes temas. De pronto la niña le dice - Papi, el sábado tengo un pijama aparte...
- ¿Un qué?... - Pregunta el padre intentando disimular la sonrisa.
Fernando ya sabía a qué se refería la niña, lo que le causaba gracia era que como en otras oportunidades, Sofía lo dijo con la seguridad y la ingenuidad propios de su edad; como lo había entendido cuando se lo dijeron, ella se lo transmitió.
Con sus propias palabras, la niña le cuenta a su padre que ese Sábado era el cumpleaños de Abid, uno de los chicos de su clase, y que los padres, además de hacerle una fiestita, habían invitado a algunos compañeros a quedarse a dormir en su casa.
Cuando la pequeña termina el relato, Fernando le explicó que, a lo que ella se refería, se le llamaba pijama party (o pijamada, como se dice en otros países), no “pijama aparte” - Bueno papá, es lo que yo dije... - Replicó Sofía, como siempre sin asumir su error.
Al principio, a Fernando le pareció extraño que a tan corta edad ya se hicieran ese tipo de reuniones, no le hacía ninguna gracia que su pequeña hija de 5 años se quedara a dormir en casa de un compañero del jardín. Enseguida pensó que quizás estaba actuando de forma anticuada y de alguna forma, fue asumiendo la idea de que su hija fuera al cumpleaños del amigo.
En los pocos minutos que tardaron en llegar a la casa y ante el entusiasmo que demostraba su hija con la idea, Fernando estaba casi convencido de dar su permiso para que Sofía fuera al primer pijama party de su vida.
Luego de dar el almuerzo a los niños almorzaran, Sofía se sentó frente a la computadora y se puso a jugar; Matías se durmió y Fernando comenzó a prepararse para ir a trabajar. Una vez que estuvo todo pronto, aprovechó los pocos minutos que quedaban antes de que llegara su esposa, para fumar un cigarrillo en el patio.
Casi de inmediato llegó Inés. Fernando recién terminaba el cigarrillo, la saludó, hablaron unos minutos, se despidió de su familia y fue a trabajar; el tiempo que se cruzaban apenas les daba para eso.
Luego de hablar y convencer a su madre, Sofía logró que a media tarde viniera a jugar Luciana, según ella, su mejor amiga. La tarde transcurrió tranquila para ambos, Fernando en la rutina de su trabajo, Inés con sus hijos y Luciana.
Esa noche cuando Fernando llegó del trabajo, los niños dormían y su esposa lo esperaba para cenar. Mientras comían y hablaban de todo un poco, le comentó a su esposa sobre el cumpleaños que Sofía tenía el sábado siguiente.
Enseguida, Inés le contó sobre un llamado telefónico que recibió esa tarde. Una señora con un extraño acento extranjero, que dijo ser la madre de un compañero del jardín llamado Abid, invitaba a Sofía al cumpleaños de su hijo. Le contó que el niño quería hacer un pijama party con los compañeritos con quien Abid mas afinidad tenía y mejor se llevaba; Sofía estaba dentro de esos pocos “elegidos”.
Aquel llamado le había provocado a Inés, la misma extraña sensación que sintió Fernando cuando Sofía le comentó que estaba invitada a ese pijama party.
Inés era mas joven y en muchos sentidos, mas abierta que su esposo; era una nueva experiencia y su hija estaba muy entusiasmada con la idea, así que no tardó en convencerse de que debía dejarla ir; si Fernando aún tenía alguna duda sobre si dejar o no que su hija se quedara a dormir en lo de Abid, en ese mismo momento se disipó. El tema del pijama party quedó decidido y Sofía no iba a faltar a la cita.
Llegó el día esperado. Ese sábado amaneció hermoso y Sofía se despertó mas temprano que nunca. A un lado de su cama tenía la bolsa de dormir que había conseguido Fernando con un compañero de trabajo. Todo estaba pronto para la gran noche.
Fernando seguía con muchas dudas, había algo que le preocupaba, pero no le decía nada a su esposa, no quería que como siempre, lo tildara de anticuado y malpensado.
Inés en cambio, a pesar de saber que la iba a extrañar mucho esa noche, estaba tan ansiosa como Sofía por que llegara la hora de llevarla a la casa de su compañerito.
Y al fin llegó la hora. Fernando sacó el auto acompañado por Sofía, mientras Inés esperaba en la vereda con Matías en brazos. Durante el trayecto hasta la casa de Abid, Fernando estuvo callado y pensativo, en cambio Inés se dedicó a dar recomendaciones a su hija de cómo comportarse y qué hacer si se sentía que extrañaba, después de todo era la primera vez que la niña se quedaría a dormir en un lugar desconocido, con gente desconocida y además, sin ellos.
Realmente iba a extrañar?..., era la pregunta que ambos se hacían. De todas formas, en las pijamadas se acostumbrara dejar el número telefónico de los padres por cualquier inconveniente que surgiera durante el evento; o sea que si Sofía llegaba a extrañar o a ponerse mal por algún motivo, a la hora que fuera podían ir a buscarla. El problema estaba resuelto.
Llegaron a la dirección que le había pasado por teléfono la madre de Abid, y Fernando como siempre delegó la tarea de hablar a su esposa, él se quedó en el auto. Un beso y el clásico “pórtate bien...”, fue la despedida que le dio a su hija al bajarse del auto.
Inés, con Matías en brazos y Sofía de la mano, se acercó a la casa y llamó a la puerta. Pocos segundos después, una señora salió a recibirla y la invitó a pasar.
Fernando prendió un cigarrillo y pensaba en como había cambiado todo, no se convencía de que su hija, con apenas 5 años, ya tenía un pijama party. ¿Qué pasaría cuando tuviera 10 o 12 años?... Si todo seguía a ese ritmo de locura, a los 15 se iría a vivir sola, o lo que era peor, con algún chico.
El exagerado vuelo de su imaginación quedó interrumpido por el grito de Guillermo, que llegaba acompañado por sus padres. Fernando bajó del auto a saludarlos, era uno de los compañeros de Sofía que algunas oportunidades iba a jugar a su casa.
La puerta de la casa se abrió y al mismo tiempo que entró Guillermo con sus padres, vio salir a Inés con el pequeño Matías. En cuanto subió al auto, le preguntó a su esposa a que hora debían recoger a Sofía a la mañana siguiente; esa era su única preocupación.
De regreso, Inés le contó que Sofía había quedado feliz y muy entusiasmada, que ya habían llegado Luciana y Magdalena, y enseguida se había puesto a jugar con ellas. También le comentó que era evidente que los padres de Abid eran extranjeros, que la madre le pareció muy simpática y que el padre era muy educado, pero no se le entendía nada de lo que decía porque no hablaba nada de español.
Fernando comenzó a hacer comentarios sobre la familia de Abid y lo extraño que eran, lo que logró alterar y poner nerviosa a su esposa. Volvieron en silencio, escuchando música, sin saber que ambos seguían pensando en lo mismo.
El pequeño Matías llegó dormido. Cenaron y cuando se fueron a acostar, al ver la cama de Sofía sin ella, los invadió una rara sensación. El vacío era muy grande; muy pocas fueron las ocasiones en que la pequeña no había pasado la noche con ellos, solamente contadas veces se había quedado a dormir en la casa de su abuela, madre de Inés, y a pesar de todo, la habían extrañado muchísimo.
Pero esta vez era diferente, estaba con gente extraña y no sabían como iba a reaccionar. Se animaban el uno al otro, diciendo que todo iba a estar bien, que ella se estaba divirtiendo y que a la mañana siguiente la tendrían de nuevo junto a ellos, contando cada detalle de aquella fantástica aventura.
El reloj sonó a las 7:30 de la mañana. Fernando como pudo lo apagó y se asombró al ver que su esposa ya estaba vestida; sospechó que algo no andaba bien.
Desayunaron prácticamente sin decir palabra. Fernando le volvió a preguntar a que hora debían ir a buscar a Sofía, ya eran cerca de las 8:30 y estaba ansioso por verla. Inés le dijo que la mamá de Abid le había dicho que fueran a eso de las 10, así que aún era muy temprano.
Tomaron unos mates mas, algún comentario sin mucha importancia como para que pasara el tiempo, y a eso de las 9:15 Inés le propuso a su esposo ir a buscar a Sofía.
Cuando Fernando miró la hora le dijo que todavía era muy temprano, después de todo la casa de Abid no quedaba tan lejos y sabía que no tardarían mas de 10 minutos en llegar. Inés insistió y le pidió que fuera sacando el auto mientras ella cambiaba a Matías.
Si bien su esposa no le decía nada, Fernando intuía que algo le pasaba, algo le preocupaba. Pensó que quizás se le había ido la mano con los comentarios sobre el pijama party de Sofía; se dio cuenta de que había logrado ponerla nerviosa y antes de sacar el auto, habló con ella y se disculpó - No te preocupes... - Le dijo - En un ratito mas, estaremos todos juntos riendo con los comentarios de Sofi… - Trataba de tranquilizarla pensando en los cuentos que les haría su hija sobre la divertida experiencia que había vivido la noche anterior.
No pasó mucho rato para que salieran en busca de Sofía, por supuesto, fueron los primeros en llegar. Eran apenas las 9:40 cuando Fernando estacionó el auto frente a la casa de Abid.
Todo parecía tranquilo, los siguientes minutos los pasaron dentro del auto, entretenidos con los gestos y balbuceos del pequeño Matías. Cuando faltaban apenas 5 minutos para las 10 de la mañana, estacionó otro auto detrás de ellos. Fernando miró por el espejo retrovisor y reconoció a los padres de Luciana.
Uno tras otro comenzaron a llegar los padres de los niños que, como Sofía, habían pasado la noche en la casa de Abid. Apenas habían pasado de las 10 cuando una de las madres abrió el portón del jardín y se acercó a la puerta. Enseguida Inés bajó del auto con Matías en brazos y se paró cerca del muro que rodeaba la casa.
La señora tocó el timbre y los otros padres, entre los que se encontraba Inés, se acercaron a la espera de poder ver a sus hijos y preguntarles como lo habían pasado. Luego de un par de minutos, al no recibir respuesta, la señora volvió a tocar.
Una de las madres comentó que quizás estuvieran durmiendo todavía. El silencio era total. Otra persona golpeó la puerta pensando que quizás no funcionara el timbre, pero tampoco obtuvo respuesta. Inés miró hacia el auto donde la esperaba Fernando, que en silencio observaba lo que estaba pasando. Al darse cuenta de que algo no estaba bien, bajó y se unió a los demás.
Hacía mas de 10 minutos que estaban llamando sin respuesta. Algo nerviosos insistían con el timbre y la puerta, mientras otros intentaban ver algo a través de las ventanas, pero se les hacía difícil porque todas las persianas estaban cerradas.
A alguien que dijo tener el número telefónico de la casa, se le ocurrió llamar. Sacó el celular y marcó el número. Fernando, Inés y otros lo rodearon ansiosos.
- ¿Y?... - Preguntó alguien. Nadie contestaba la llamada.
La posibilidad de que el número no fuera correcto, se diluyó cuando uno de los padres que estaba en la puerta, luego de hacer callar a los demás, confirmó que sentía sonar el teléfono dentro de la casa.
Desesperada, la madre de Luciana propuso llamar al 911, mientras otros insistían golpeando la puerta y gritando el nombre de los niños.
Fernando abrazó fuerte a Inés. Miraban en silencio el movimiento a su alrededor; estaban como paralizados. A sus mentes llegaba la imagen de Sofía con su habitual sonrisa.
El ensordecedor sonido externo del drama, se fue transformando en un zumbido interior que se confundía con el llanto desconsolado de Matías. Nada parecía hacerlos reaccionar.
Entre la incertidumbre y el paso implacable de los minutos, comenzaron a tejerse diversas conjeturas sobre lo que estaba sucediendo.
Mientras esperaban la llegada de la policía, los mas dramáticos comentaban delante de los demás sin medir las consecuencias, las posibilidades que se les iban ocurriendo. Un copamiento y que los habían encerrado a todos, algún tipo de intoxicación por comida en mal estado y todos estaban inconscientes, o lo que parecía la peor opción, un escape de gas.
Ante los comentarios que iban surgiendo, la falta de respuesta a los gritos y golpes cada vez mas fuertes y la tardanza de la policía, la desesperación se apoderó de todos en el lugar y la situación volvió realmente caótica. Unos lloraban desconsoladamente, mientras algunos intentaban tirar abajo la puerta y otros trataban de forzar las persianas para poder entrar por alguna de las ventanas.
Por los gritos y el escándalo que se había generado, cada vez mas gente se acercaba al lugar. El sonido de las sirenas de dos auto patrullas, hizo que Inés y Fernando reaccionaran de su aparente letargo inconsciente. Mientras ella trataba de calmar al pequeño Matías, Fernando comenzó a golpear y patear desesperadamente la puerta, gritando el nombre de su hija.
La policía desplegó un operativo impresionante de móviles y personal. Unos intentaban calmar a los familiares de los niños, al tiempo que otros trataban de mantener alejados a los curiosos que ya eran muchos.
A pesar de los reclamos desesperados de los padres, los policías debían esperar la autorización del juez de turno, para poder abrir la casa y entrar.
Al ver todo aquel alboroto, una señora mayor que vivía en la casa que estaba frente a la de Abid, se acercó y preguntó a otro vecino - Qué está pasando?…
Al explicarle, la señora comentó que ella acostumbraba quedarse levantada hasta muy tarde mirando viejas películas en cable y esa madrugada había observado por la ventana como desde esa casa, varias personas sacaban bultos y los cargaban en una camioneta grande, del tipo de las que llevan a los niños a la escuela.
Pocos minutos mas tarde, llegó la autorización del Juez para que los oficiales forzaran la entrada e ingresaran a la casa. Al hacerlo, la policía constató que la casa estaba totalmente vacía.
- No puede ser… - Gritó Inés - Mi hija…, dónde está mi hija…
La investigación se inició de inmediato. Se pudo saber que el pequeño Abid y sus padres se habían mudado hacía apenas un año a ese vecindario, unos días antes de comenzar el año escolar. Según sus vecinos, era una familia muy extraña y estaban seguros de que eran extranjeros, pero cuando los investigadores indagaron en la oficina de migraciones, no había ningún registro de su ingreso al país.
La policía caratuló la investigación con el rótulo de “secuestro múltiple”. Los medios de comunicación lo llamaron: “ La noche de los pijamas”.
A pesar del esfuerzo de las autoridades nacionales e internacionales, así como el de los propios padres, ocho pequeños de entre 5 y 6 años de edad, habían desaparecido y jamás volvió a saberse de ellos.
Aquel mal presentimiento que tuvieron Inés y Fernando sobre ese pijama party, se convirtió en una triste realidad. La rara sensación que habían sentido al ver la cama de Sofía vacía, lamentablemente los acompañaría el resto de sus vidas.
FIN